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jueves, 24 de noviembre de 2016

La orquídea negra

Paola caminante, siempre con su libro viejo entre las manos. Gustavo la observaba por primera vez viendo como ella iba con ese libro de un lado para otro hasta terminar sentada debajo de un árbol, era guapa, apenas lo notaba, la veía abriendo el libro como si lo acariciara, con una mirada triste… Le parecía fascinante aunque ella desbordara tristeza mal escondida, lo curioso es que nadie lo notaba, ni siquiera él lo había hecho,  hasta ese momento.

Decidió acercarse y hablar con ella, un plan que no terminó bien puesto que al llegar y saludar a Paola, ésta observó con una gélida y despectiva furia a Gustavo dejándolo helado, inmóvil, completamente tieso… ante su derrota intentando no ver más esos ojos fríos, Gustavo desvió la mirada terminando en el libro, un libro viejo de poesía abierto y conteniendo entre sus páginas, al parecer como separador, una orquídea negra marchita. Él pensó que Paola se parecía a esa flor, oscura y hermosa pero muerta.

Ahora Gustavo siempre la miraba, siempre trayendo aquel libro de poesía entre sus manos, sin imaginarse toda la historia que le envolvía. Paola siempre cargaba con ese libro, el favorito de su madre, el que le había dado su padre tras su partida, le causaba dolor pero no podía dejarlo era lo único que tenía de su madre, eso y la orquídea negra. Ella imaginaba con tristeza como pasaron las cosas, como se lo contó su padre: un embarazo complicado, un caos en la casa, mucha sangre… Antes de las contracciones su padre recitándole a su madre su poema favorito que se encontraba separado con una orquídea negra que él le había regalado junto con el libro al declarársele; después gritos agonizantes, imaginaba dolorido a su padre entre lágrimas y una débil sonrisa “y entonces naciste tú, Pao, mi pequeño retoño, te pareces tanto a tu madre”.

Paola caminante, siempre caminante de un lado a otro buscando la soledad, intentando ocultarse, no quería ser especial, tan sólo quería ser invisible para así no dejar tristezas a quienes la amaran, para que no fuera posible dejar a un hijo sin su madre y un esposo sin su esposa, le pareció hilarante y entre carcajadas lágrimas le acariciaron, “No llores, mi bella orquídea negra, no voy a dejar marchitarte” le dijo una voz dulce mientras le acariciaba sus mejillas junto a su llanto, su mano era cálida, reconfortante pero no podía permitírselo, Paola lo empujó intentando alejarse. “No, no voy a dejar que te marchites” dijo Gustavo abrazándola con fuerza, escondiéndola entre su pecho, permitiendo que Paola se desahogase.

Ya calmada y al parecer tímida Paola intentaba esconder sus ojos azules de aquel con quien habían sido tan fríos, buscó su libro para marcharse, Gustavo le acercó el libro con una orquídea blanca encima sonriéndole y diciéndole que no sabía de qué era su libro pero que juntos podrían escribir una historia mejor, Paola lo miró y sonrió, por primera vez tenía ganas de intentarlo.

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