Como el susurro del viento

Le Sacré Coeur

Carlota, buscando inspiración para su próximo libro partió a recorrer París, empezó su travesía en el ocaso, pues en París, le parecía, se ve todo mejor a media luz entre claridad y oscuridad. Miraba fascinada los faroles encendidos y las iluminaciones en las aguas mientras de un momento a otro bailaba dando vueltas y postraba sus codos sobre un puente para mirar la ciudad reflejada mientras sostenía su cara entre sus manos, moviendo sus pies inquietos, era como una chiquilla. Ya había olvidado por completo el motivo de ello, la escritura… pasó a tomar un café sin importarle estar sola, disfrutaba de su café negro y de un delicioso pastel con frutas. No podía faltar la torre Eiffel ¡sí qué era hermosa aquella torre! Le agolparon en el corazón miles de sentimientos, ahora sí que tenía de donde escribir… ¡¿Escribir?! Recordó porqué estaba ahí, aunque un poco tarde ya, encantada caminaba por París, iba a un rumbo especial a agradecer tanta belleza.

¡Le Sacré Coeur! Aunque no iba a poder entrar por la hora, admirarla desde lejos bastaba, Carlota tomó su bolso y buscando una de sus libretas y un bolígrafo ¡Paff! Comenzó a ver estrellas “¡auch!” dijo Carlota, “excusez-moi, mademoiselle, vous allez bien?” Carlota se quedó mirando desde el suelo a aquel francés que le ofrecía su mano para levantarla, se incorporó sola y se fue a sentar bajo un árbol viendo la basílica, aún había un poco de luz así que decidió escribir algunas cosas, de reojo veía a aquel francés que se había sentado en las escaleras y la miraba fijamente… le echó Carlota a aquel individuo una mirada furiosa para mostrar su desagrado e incomodidad pero él únicamente de una forma bastante pícara sonrió y Carlota pensó “¡tenía que ser francés!” en todo el mundo se sabe su fama de mujeriegos.  Y se levantó, se encaminó hacia ella, el corazón de ella latía fuertemente ¡qué lío!...

Horas y horas entre risas y carcajadas, Pierre le había robado el corazón a Carlota… Ella iba de visita de cuando en cuando y siempre se reunían con gusto en le Sacré Coeur. Carlota escribió un libro de aquella historia que no se sabe si era de amor que nunca se realizó o que sí lo hizo en le Sacré Coeur.

Kuchop el guerrero

Kuchop estuvo peleando con ese monstruo que le atrapaba, sentía asfixiarse, no lo soportaba más, abalanzó su cuerpo hasta que pudo liberarse y corrió tras su princesa pero no la encontró… Kuchop estuvo vagando, intentando por un lado a otro encontrarla, volvió triste a su guarida mirando a lo lejos el castillo de su princesa, la tristeza le inundó y solamente cerró sus ojos esperando que aquella pesadilla pasara… “Kuchop” le pareció escuchar que le llamaban… “Kuchop ¿qué has hecho muchacho? Has vuelto a romper tu cadena” Su princesa había regresado Kuchop corrió a sus brazos, su ama lo abrazó y acarició para calmarlo, le sirvió su comida y ya no volvió a amarrar a su fiel cachorro.

Adoro su gesto...

Adoro su gesto psicópata al ver sangre y como entra en éxtasis al tomarla y dejar que recorra su piel, levantando delicadamente sus manos mientras la sangre le acaricia y con ella sus dedos bajando por su brazo, mientras inclina su cabeza hacia atrás dejando relucir su hermoso cuello… mi sonrisa se tuerce, la abrazo y muerdo con fuerza su ser, ella intenta liberarse pero solamente provoca que apriete más mis dientes en su cuello hermoso brotando de sangre, de vida fugaz, de placer. 

Me llena nuevamente ese tenebroso vacío...

Me llena nuevamente ese tenebroso vacío, me absorbe en su nada y congela mi mente en pensamientos insanos, desborda de mis ojos su frialdad y hace que me pregunte qué he hecho de mi vida, no tengo nada, no tengo nada ya, tan sólo vacío que se come lentamente mi alma incapaz de pelear.

David

El rey David caminó sin fin, buscando una reina para su reino, peleó con gigantes y horribles monstruos, anduvo y anduvo de un lado para otro, conoció tiranos que molestaban a doncellas y él defendía siempre su honor. El rey cansado volvió a su palacio pues no encontró ninguna princesa para desposar, ninguna cumplía sus expectativas…

En su lecho de muerte una de sus doncellas permanecía a su lado llorando, diciendo en voz baja “mi rey yo siempre te he amado pero no merecía tu amor por no ser una princesa, no quiero dejarte sin antes haberte besado, yo siempre te he amado, siempre te he amado…” su voz perdía fuerza entre el llanto. Acercó sus labios a los suyos y los besó suavemente, acarició su mejilla con delicadeza mientras derramaba lágrimas sobre su rostro. El rey estaba paralizado, nunca la había visto, estaba ciego buscando una princesa de nombre cuando siempre tuvo lo que pudo haber deseado frente a él. Tomó su mano con fuerza, tanto que la lastimaba un poco, habría deseado tanto tenerla de compañera, en su memoria estaban todos los esfuerzos que ella hacía por él, que en todo momento estuvo a su lado, pero no podía pronunciar palabra, sus labios estaban sellados, se limitó a verla y a tomar su mano, sus lágrimas acariciaban su mano hasta que la vida del rey David a su fin llegó.

Soledad

Me atrapa nuevamente la soledad y me cubre en ella, se vuelve parte de mí, camino por las calles pareciendo invisible, me encuentro solo, solo en este inmenso mundo de personas y siento ahogarme. Todo se volvió nada, tantas personas y no hay nadie para mí tan sólo está acompañándome siempre esta desdichada y cruel soledad.

Él y ella. Especial

Me dibujaba...

Me dibujaba un mundo completo en sus brazos, donde ya no había dolor ni llanto, donde yo era exitoso, alabado. Me dibujaba en sus ojos brillando en ellos, llenos de mí, llenos de amor, llenos de todo lo que siempre he deseado. Pero rompió todos mis dibujos difuminados en lágrimas, nada era real, aún seguía el estúpido llanto. Me dibujaba nuevamente en un lienzo en blanco junto a ella, dibujaba con mis lágrimas y sangre, me dibujaba ilusa y dolorosamente con mis ensangrentadas manos.

Entristecido miro nuevamente tu foto...

Entristecido miro nuevamente tu foto recordando el ayer, siento como se parte mi piel, sin ti ya nada tiene sentido no hay más estremecer. Y pasan los días lentos en agonía ¿por qué te dejé ir? No lo sé… ahora solamente soy un cuerpo vacío envuelto entre pieles putrefactas con una máscara de sonrisas falsas que quisiera morir de una vez.

Tznkami

Tznkami como le gustaba que le nombraran, en la densa oscuridad salió a fundirse con ella. Deseaba ser la oscuridad, volverse una sombra, mas su heterocromía se lo impedía, odiaba eso, no podía soportarlo más así que decidió arreglarlo… y la sangre brotó… parecía que Tznkami no lo había pensado bien, sin embargo pese a lo que cualquiera pudiera pensar estaba contento, le gustaba su aspecto, ahora podría convertirse en una sombra y estar conectado por siempre con la bella oscuridad.